Verde
tiene las mejillas y los ojos enrojecidos de risa y cloro. No
deberías abrirlos mientras buceas, le digo siempre. Pero ella sonríe
y no hace ningún caso. Luego me promete, a sabiendas de que será
mentira, tan sólo unos largos más, a ver si ahora puedo, papá. Y
yo no puedo evitar reírme. Entonces Verde me mira un poco extrañada,
sin llegar a comprender. Luego desiste o se le olvida y se sumerge
otra vez para un nuevo intento, y observo cómo se aleja muy
despacito, moviendo sus pequeños brazos morenos y dando patadas
cortas y algo torpes contra el agua. Noches atrás, después de
cenar, mientras contábamos estrellas, me contó entre susurros que
su esperanza es cruzar este verano la piscina, ida y vuelta recalcaba
con voz solemne, sin sacar la cabeza para coger aire. Mi esperanza es
Verde.