Algunas
mañanas me despierto aprensivo y creo que esa muela quejosa me va a
estallar, luego temo que mis ojos y orejas también puedan explotar,
y al final acabo preguntándome si no será que hasta mi corazón
late a un paso de saltar por los aires. Son días largos y azules en
los que me duele el hígado, la rodilla derecha, ambos pulmones, una
muñeca, la izquierda, los dos tobillos, el lugar donde yo creo está
el páncreas y un testículo (no diré cuál). Por eso tomo pastillas
amarillas. Muchas. Alivian mi malestar. Además, bebo piezas de
fruta, una tras otra, y como litros de agua, uno tras otro, o es al
revés; sólo de pensarlo mis nervios se crispan. Cuando cae la noche
siempre bajo al bar de la esquina. Allí estallo con tres cervezas y
entonces hablo con todos, tonteo con todas. Ya no pienso que mañana
pueda dolerme nada. Soy mi mejor ayer.
-----------------
Fotografía: Keith Richards.