Marrón
tiene un revólver y un gran problema en cada mano. El contable se
niega a abrir la caja fuerte mientras afuera el sheriff no
deja de gritar que salga y se entregue. Ya oye a sus muchachos rodear
el banco con pasos fantasmales, un leve crujir de baldas amarillas.
Marrón piensa en Blanca vestida de negro, los ojos llorados. No
llores, mi querida, quiere decirle, te prometí que escaparíamos.
Marrón dispara al contable en una pierna, la izquierda. Y cuando el
contable cae entre aullidos de dolor los hombres del sheriff
irrumpen en el banco. Entran por ventanas, puertas y paredes. Son
tantos. Son demasiados. Marrón derriba a dos, incluso hiere a un
tercero, antes de que una bala alcance su columna y otra, casi
simultánea, destroce su mandíbula. La última y definitiva desangra
su corazón. Marrón también se cae o cae para siempre, aunque no
hace ningún ruido. No muy lejos de allí Blanca todavía sueña
con un romance en Durango.
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Fotograma: Paul Newman y Robert Redford, en Dos hombres y un destino.
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Fotograma: Paul Newman y Robert Redford, en Dos hombres y un destino.