Paula
y Juan, y un par de tazas de leche con azúcar. Café una mota tan
sólo. Anoche regresaron tarde, después de las cuatro y media. Ya
son casi las once, dice uno mientras los dos desayunan en la salita.
No han dormido. Se sonríen. Y cada nueva sonrisa colorea de rosa ese
amago de ojeras. Paula y Juan se hablan a los ojos. Sueñan con
alquilar un coche, quieren ir a Granada. Pero tras el último sorbo
lo que harán esta mañana de domingo será ducharse y coger el
metro. Bajarán con la línea 1 hasta Atocha. Desde allí remontarán
la cuesta de Moyano y se detendrán en todas las casetas. Apuesto a
que mirarán los libros de oferta al tiempo que se recomiendan
lecturas y regatean con varios tenderos. Para Paula, y Juan
coincidirá, agosto no lo es tanto bajo los árboles del Retiro. Por
eso pasearán por los caminos alrededor del lago y sus barcas. Mira
qué han dibujado en la boya, comentará Juan y a Paula le hace
gracia. También visitarán el Palacio de Cristal, donde dentro
encontrarán instalada una jaima gigantesca, llena de música y
murmullo de conversaciones. Luego me gustaría que rodearan la Fuente
del Ángel Caído, justo antes de ir a sentarse en un banco de
ubicación imprecisa. A la sombra compartirán viajes y anécdotas.
Como esa ocasión en la que Paula estuvo a punto de participar en un
concurso de televisión y sólo el azar pudo impedirlo, ya había
pasado las pruebas. O aquella otra en que Juan, tan propenso a lo
absurdo, casi se vio envuelto en un asunto de capa y espada. Y qué
pronto se les hará tarde. Pero a Paula y Juan no les gusta tener
prisa. Querrán no tener reloj. De modo que seguirán contándose y
en un momento dado supongo que echarán a andar hasta perderse por el
barrio de las Letras. Quizá coman en un bar de la calle Huertas.
Mejor tal vez en uno próximo a la plaza de Santa Ana. Y después, a
la hora del café, seguro que con mucha leche y azúcar, apenas una
motita de café únicamente, se mirarán y sonreirán. Y de hecho no
dejarán de sonreírse ni de mirarse. Porque el tiempo se habrá
detenido o sencillamente ha dejado de existir entre los dos. Y de
nuevo es por la mañana. Paula y Juan desayunando en la salita.
Observo sus tazas y ojeras de no haber dormido. Con todo el domingo
por delante para soñarse.
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Lienzo: El Retiro, Joaquín Sorolla.