Una
maldición. Un cruel encantamiento. Ocurre cada noche a las cuatro de
la mañana. Despierto y ella está a los pies de la cama mirándome,
toda vestida de blanco, fantasmal. Dice mi nombre muy bajito, igual
que un susurro, y me pregunta si sigue siendo guapa, si la echo de
menos. Y yo contesto con la voz ahogada de sueño que siempre será
guapísima, pero ha pasado mucho tiempo. Y con unos ojos que parecen
besos amarillos ella me observa durante largo rato sin comprender.
Luego gira sobre sus talones y se marcha del cuarto muy despacio,
abatida. Entonces corro a cerrar la puerta con la promesa de un
divorcio que nunca llega.
domingo, 2 de agosto de 2015
Noctámbulos
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