Todo
lo que no pasa nos pasa de noche. Cuando no somos nosotros sino
nuestros sueños. Y desde tu duermevela de párpados rendidos me
dices aquello que por la mañana te callaste. Mientras yo imagino,
pero cuando duermo en realidad me parece un recuerdo, todas esas
vidas que hemos tenido y no tendremos, y cada una de ellas con sus
correspondientes trabajos y empleos, y tantas comidas y cenas
compartidas contigo, después de haber bajado a la playa o tras haber
andado perdidos, recorriendo calles, o a la salida de un cine de
París. Curiosamente anoche soñé con nuestro último viaje no
realizado. Y parece que al otro lado del mar no discutíamos, ni nos
éramos insinceros. Desde luego a mí me encantaba tu risa, al tiempo
que yo sentía que todo nos podía pasar pese a saber que no nos
podía pasar a nosotros. O quizá sí y todavía somos posibles, pero
tan sólo de noche, sin tocarnos, dormidos.