Siempre he querido ser Lucas Corso en El club Dumas.
Aunque mi pelo no se desordena como el suyo. Mis gafas tampoco ven igual que
las de este personaje creado por Arturo
Pérez-Reverte. Y en Málaga resulta imposible vestir
gabardina trece de los doce meses del año. Pero a menudo visito librerías de
segunda mano y libro antiguo, y mis dedos recorren cada estante como sabuesos
de tinta. Acariciando lomos rústicos. Despertando ediciones soñadas. Volúmenes
mágicamente conservados dentro de una casa de pliegos que no guarda principio
ni fin. Tengo predilección por los ejemplares dedicados. Libros que fueron de
otros y que les fueron regalados también por otros (amigos, novias, padres…). Obras
que esconden un mensaje personal, intransferible, en la hoja muy blanca tras la
portada. O tal vez la frase puede leerse en la página interior que recita el
título. O quizás esté escrita junto a la cita que el propio autor escogió para invocar
su voz. Dedicatorias infinitas, eternas: “Ojalá lo disfrutes como te disfruté
yo”. “Para que no hagas aquello que tú sabes”. “Hoy durará siempre, te quiero”.
Cuando tu vida es de papel y te dejan no duele tanto. Siempre he querido ser
Lucas Corso en El Club Dumas porque
la literatura matiza lo real. Adelgaza la carga. Sobre todo diluye el tiempo.
Ya que jamás faltan las aventuras en un libro. Y hasta la muerte resulta
evitable echando la vista atrás. Todo lo que se perdió regresa en el capítulo
anterior. Con la relectura. Y al mismo tiempo las etapas se cierran mediante
punto y aparte.
Las existencias escritas son mejores. Hermosas e
inamovibles. Por las noches fantaseo con hacerme personaje. Acabar y así volverme
ficción. Materia prima de historia, caligrafiada en minúscula. Mosquetero de mi
destino. Hace años el actor Johnny Depp
interpretó a Lucas Corso en La novena puerta. Para esta adaptación de la novela al cine, Lucas pasó a llamarse Dean. El célebre Roman Polanski dirigió la película. Entre ambos demostraron que al
menos durante el rodaje uno puede convertirse en literatura. Que los misterios acechan
detrás de cada esquina. En las calles de Nueva
York, París y Toledo. En la tuya y en la mía. Ahí nos
espera el diablo que escondía la obra Las
nueve puertas del reino de las sombras en la trama de Reverte. Porque leer
y escribir siempre ha consistido en espantar a nuestros demonios.
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Imágenes: La novena puerta