Quienes gustan de tirar la toalla opinan que
llega tarde. Pero facturar 250 millones de dólares en una velada siempre
resulta de lo más oportuno. Un golpe de guante blanco. Triple más tiro libre.
Porque, a pie de pista en Miami, Floyd Mayweather y Manny Pacquiao escenificaron que lo suyo es personal. Con permiso
de Elvis, Las Vegas coronará a su nuevo rey el 2 de mayo. Este año el recuerdo del Levantamiento consistirá en no caer. En tumbar al rival.
Fusilamiento manual a calzón sacado. Pero sólo uno de los púgiles podrá darse
el homenaje. Y la afición ya grita KO.
Nada del caos de las puntuaciones tras el último asalto. Fuera jueces y sus
decisiones divididas. Que la lona despida el sueño con un beso hasta 10. A
menos de un par de meses para el combate de los combates, la cuenta ha
empezado. Por eso los medios hablan sin parar de cifras récord: se ingresarán 40
millones de dólares tan sólo en taquilla, 300 millones a través de pay per view, el precio de las entradas oscilará entre 3.640 y 22.750 dólares…
Asistir esa noche al MGM Grand saldrá
más caro que presenciar en directo la final del mundial de fútbol o el All-Star de la NBA. Guarismos que ni Ali
o Tyson en sus épocas gloriosas. La
bolsa del 2 de mayo se la distribuirán en proporción de 60 a 40 a favor de Mayweather. De hecho, Floyd cobrará 150 millones de dólares
por 12 asaltos de 3 minutos. Se espera que el reparto de puñetazos sí sea fifty fifty. Me gustaría que ganase Pacquiao. Filipino, diputado y leyenda
de 36 años. De niño pobre a Pac-Man multimillonario.
Rico boxeo de ataque. Ciclón de videojuego que espanta fantasmas en el
laberinto de sus explosivos brazos. Pero a menudo pienso que Manny, único hombre que ha ganado el
título en 8 pesos distintos, con un balance de 57 victorias y 5 derrotas, en
realidad persigue otra meta: ser presidente de su país. Por eso también me
gustaría que ganase Mayweather.
Invicto. Suma 38 años y 47 victorias. A 2 de las 49 de Rocky Marciano. Floyd es
la defensa. Presume de velocidad, fibra y poderío físico. Campeonísimo. Estudioso
del cuadrilátero. Amante del cash.
Más que tener dinero, ya acumula más del que sabe contar, a Mayweather le
gustaría ser dinero. Por algo lo llaman Money
Man. Curiosamente, una buena amiga cumple años en la fecha del combate. He
pensado regalarle un caro abrigo de piel para la gran velada. Alquilaremos una
limusina y veremos el ring desde la tercera fila del bar Las Vegas. Un par de cervezas frías nos ayudarán a degustar el
caluroso festín de crochets, uppercuts y jabs al otro lado del televisor. Mi cara está limpia de hematomas y
cortes. Pero se me desencaja la mandíbula y hasta se me parte una ceja cuando
hago números: el 2 de mayo cada segundo sobre el ring reportará a Money Man 70.000 dólares. En la oficina
del paro nunca leo ofertas de trabajo para boxeadores.
*Imagen: Grant Smith.