Empleó media tarde en cambiar todas las bombillas de casa, tanto las fundidas como las que no. Cuando un mar de luz le cegó los ojos,
volvió a sentarse junto a su mesa. Cansado pero satisfecho, anotó cada una de
aquellas nuevas ideas.
Tiburón
Ojos negros, dientes afilados con los que despedazar a
sus víctimas, aleteos cadenciosos en la penumbra; pero sólo era peligroso en
medio líquido, de modo que nunca le dejaban acercarse a la barra del bar.