Vueltas y vueltas de un lado a otro de la cama sin que me
visite el reparador sueño. Las noches se repiten en bucle infinito y nada
cambia. No consigo dormir. Me resulta imposible. Creo que han transcurrido años
desde la última ocasión que descansé… Sigue habiendo demasiada luz aquí
dentro. He sellado a cal y canto la habitación, pero la cruel claridad se
filtra entre inapreciables rendijas y ranuras, y me nubla el pensamiento. Ya ni
siquiera soy capaz de mantener los ojos cerrados durante un par de segundos.
Cuando lo hago se abalanzan sobre mí todos los temores que pretenden atraparme.
Sudo. Me desvanezco. Mi pulso late descorazonadoramente rápido. Más de una
semana encerrado en esta casa... Descubro que, sin haberlo querido, me he aislado
del mundo. Esta soledad me sobreviene como una sentencia espantosa. A las tres
de la madrugada comprendo que no hay un sitio para mí en este vasto mundo. Si
sólo pudiese descansar durante media hora, únicamente descabezar un sueño… Pero
estoy perdiendo las facultades, mi insomnio se vuelve enajenación. Ahora temo
volverme loco. Antes me he quedado embobado mirando la nada más absoluta… ¿Real
o imaginaria? Se vuelve difícil apreciar la diferencia. Tengo miedo. No sé si
es posible morir de agotamiento, fallecer de insomnio. No deseo averiguarlo. De
nuevo me esfuerzo en cerrar los ojos y… Despierto aturdido en mi cama. Agitado.
Todo ha debido de ser un sueño, imploro; una horrible pesadilla en la que no me
estaba permitido dormir. Intuyo que ya ha llegado el día de mañana con su
sanadora luz y reconfortante calor. Por un instante, empiezo a respirar de
forma tranquila y pausada. Lo que todavía no entiendo es, si no ha sido más que
un mal sueño, quién ha sellado a cal y canto cada una de las inapreciables rendijas y ranuras
de la habitación…