Sólo
dos minutos más, susurra ella en una mañana muy fría para ser
verano. Descansa, yo contaré por ti, escucha decir a su lado. Es una
voz que acaba en un par de manos enterradas, recorriendo su pelo. Y
ella hace caso y sonríe, y se deja rascar y adormecer, y también
deja de pensarse, aunque como en sueños sí que piensa o se sigue
pensando, pero de forma atenuada, con mucha pereza, desde lejos. Y
así vislumbra, igual que si estuviese en un corredor bañado de
luces y sombras, todo aquello que tendrá que hacer hoy en el
trabajo, y también lo que hará luego, a la tarde. Ella incluso
piensa y aventura lo que hará durante el largo mes de setiembre, aún
por llegar. Y en un momento dado se descubre pensando, o mejor
recordando, lo que hicieron anoche y en ese instante imagina y cree
adivinar qué quiere y querrá hacer él de aquí en adelante. Por
eso le da un beso, en realidad únicamente lo intenta, porque está
tan dormida, tiene tanto sueño, que el beso se pierde en los
rincones de su cabeza acariciada. Inevitablemente ella vuelve a
desvanecerse otro poco, hasta ahora mismo, que con pena le ha
parecido oír algo como ya es la hora o ya es tarde, o ya han pasado
ese par de minutos. Aún nota las dos manos trenzadas bajo su pelo
cuando pestañea y abre los ojos. Se miran. Se incorporan. No dicen
nada. Son ayer. Tiempo de despertar.
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Imagen: A couple in bed (painting)