American sniper: nacido (y criado)
el 4 de julio
El dedo no precisa gatillo para ser revólver. Un índice
enhiesto señala y acusa. Apunta y dispara. Eastwood
ya lo sabía mucho antes de Gran Torino.
Pero en American sniper el tiro es de
largo recorrido (la guerra de Irak
como epítome de la sinrazón humana). Se requiere un arma de mayor alcance y
exactitud para abatir al espectador. Por eso el viejo Clint entrega su rifle de francotirador a un mastodóntico Bradley Cooper que encarna al perfecto
marine de élite, heroico soldado que encuentra el horror en la vuelta a casa. Quién es su mujer. Y sus hijos. Chris Kyle (militar cuya vida inspira
esta película) sólo recuerda el frente. En su televisor apagado repasa cada
misión, cada disparo. Perro pastor, nunca oveja; le repitieron de niño. Azote
de lobos. Y las hojas del calendario, fotocopias de un eterno 4 de julio.
Hay lugares de los que nunca volvemos. Ni siquiera para
ganar el Oscar. Aunque el fogonazo inaugural
de American sniper bien merece uno.
Apostado en una terraza, ciclópeo ojo azul como prolongación de la mirilla, el
personaje de Cooper debe decidir
entre abrir (o no) fuego sobre una madre y su hijo. ¿Amenaza para el convoy
norteamericano? El carro blindado se aproxima a ellos. La mujer porta lo que
parece un proyectil. Sonidos secos. Aroma violento, invasivo. Toda la sala de
cine huele a guerra y de repente la butaca quema. Kyle respira hondo momentos antes de que Eastwood se sumerja en el pasado de su francotirador.
En términos narrativos, este flashback supone una drástica caída del interés y la tensión.
Porque lo que cuenta Clint no es
nuevo. Lo hemos visto mil veces y otras mil más. American way of life, que dicen. Sin embargo, siente que necesita explicar
cómo surgió el héroe, de dónde procede, quién lo entrenó y qué vida dejó atrás
en su viaje a Irak.
Le llaman a filas durante su convite de boda. Sienna Miller será todo aquello que
invite al regreso: una esposa dulce, guapa y compasiva. Pero las cuatro
estancias de Kyle en suelo iraquí
(atrás queda el bache narrativo) pesan demasiado. “Aquí estoy, conduciendo
tranquilamente bajo el sol mientras en otros sitios la gente muere”, dice a su
esposa. “Acabo de romper aguas, Chris”. Hijos y situaciones familiares de las
que Eastwood se sirve para mostrar
la enajenación de este soldado extraído de su hábitat, víctima de sí mismo como
Robert De Niro en Taxi driver.
El francotirador salva a muchos, pero no se libra de ver
morir a muchos más. Amigos y compañeros de armas por los que daría la vida. Con
eficiencia autómata Bradley Cooper
se labra fama entre marines y enemigos. Un medallista de tiro olímpico aceptará
el encargo de acabar con el american
sniper. Clint filma un vibrante
duelo en la distancia. Pelea incorpórea de un tejado a otro, separados los
adversarios por cientos de metros. El Lejano
Oeste hecho presente.
La férrea mano de Eastwood
sostiene la cámara con la precisión de un fusil. Elegancia en los planos,
acción sin resbalar hacia lo indigerible. El director huye del burdo mareo,
aunque no deja escapar la oportunidad de visitar el periodismo de guerra. De la
pantalla saltan reminiscencias que evocan a Ridley Scott y su Black Hawk
derribado: calles angostas, terrazas y lonas, colores terrosos y sensación
de peligro real, inminente. Así llegan las escenas más memorables de la cinta.
Y es que cuánto puede enervar un taladro. Cuánto un ojo que espía, que acecha.
Qué miedo da lo inevitable, sabernos insalvables. El francotirador acude
puntual a su cita con el destino. Sólo cuando amaine la tormenta de arena
veremos si aún ondea la bandera.
Entonces, ¿voy a
verla?
Esta película ha levantado polémica. Demasiada polémica
por lo que he podido leer. A nivel técnico American
sniper es impecable, deliciosa; las actuaciones soberbias y el guión sólido
como una roca. Algunos la acusan de racista. Yo veo una crítica descomunal a la
guerra, al sinsentido que aleja a un hombre de su familia para matar a otros en
el fin del mundo. Eastwood muestra
las consecuencias del frente. Al soldado le espera el horror en su vuelta a casa. No hay grandeza ni leyenda, tan sólo
aislamiento. Y las barras y estrellas, que siempre sobreviven.
Corre a ver American
sniper. Clint nunca ha tenido
mala puntería pero únicamente tú puedes juzgar lo acertado de su último disparo.
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Crítica de cine publicada en la sección El crítico prejuicioso de Mayhem Revista.