Nightcrawler: cuando te vi morir y disfruté
Jake Gyllenhaal nunca será un tío normal. Hay algo en sus tics, en su
modo de inspeccionarse ante el espejo, también cuando mira a cámara, que aterra
tanto como atrapa; parece que se descubriese siempre por primera vez, y esos
ojos espantados amoratan desde lejos. Da miedo verlo planchar sentado en el
sofá, mirando la televisión, riendo como un joker.
Y esa es sólo la envoltura del protagonista de Nightcrawler, su última cinta que ahora llega a la taquilla
española. En ella Gyllenhaal
interpreta a Lou (de curioso
apellido) Bloom. Cómo describirlo:
visceral, fisgón, arribista, implacable en sus actos. Ambición desmedida la de
este usurero carente de ética que amenaza la comodidad de los espectadores.
Porque Lou es el Mal clásico en su versión actualizada y
empírica. Y nada tememos más que la irrevocable realidad.
De noche en Los
Ángeles acecha el nightcrawler, reportero sin tapujos que
grabará todo tipo de crímenes para lograr la apertura de informativo
(accidentes de tráfico, atracos, asaltos, asesinatos…). Lou esgrime la cámara de vídeo como un cirujano empuña su bisturí.
Nunca le tiembla el pulso. Jamás siente arcadas. Da igual que grabe a un
apuñalado o a un cadáver. Lo suyo son las vísceras. Juega con ellas. Le sublima
la sangre, roja como su Camaro. Ayudado
de su radio de la policía, el gran tiburón blanco detecta la carnaza a
kilómetros de distancia. Entonces conduce como el diablo sobre ruedas, dando dentelladas, devorando cada átomo de
nocturnidad.
Lou además es emprendedor. No quiere hacer siempre de pringado. Nadie quiere. Él desea prosperar. Sabe que llegar a lo más alto resulta sencillo si estás dispuesto a no detenerte ante nadie, ante nada. Y él no se detendrá. Su falta de escrúpulos podrá con todos. Fuera socio (pobre Riz Ahmed). Sonriente intimidación para imponerse a la jefa (una eterna Rene Russo). Ajuste de cuentas con la competencia (Bill Paxton). La victoria a cualquier precio. El éxito a costa de su humanidad.
Nightcrawler, escrita y dirigida por Dan Gilroy, lanza una carga de profundidad a los medios de
comunicación (¿vale todo por la audiencia?) y a la sociedad (¿hemos perdido la
sensibilidad, la empatía?) tan afilada como la presencia física de Gyllenhaal, que ha adelgazado más de
diez kilos para dar vida a este personaje (dicen que pensó en el carroñero coyote
para su caracterización). Una banda sonora loca y sugerente adorna el incisivo
guión. Las madrugadas angelinas que tantas veces ha mostrado el detallista Michael Mann (Heat, Collateral) brillan
bajo el foco de la cámara, convirtiéndose en el escenario perfecto de esta
macabra historia que desprende cierto aroma a Charles Bukowski. Con la única diferencia de que Lou Bloom no adolece de esa flojera
existencial que cargaba su más icónico personaje, el legendario Henry ‘Hank’ Chinaski. No, nada de eso,
el nightcrawler es todo voluntad,
emprendimiento empresarial puro. Aterradora amenaza real. En una palabra:
fascinante.
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Crítica de cine publicada en la sección El crítico prejuicioso de Mayhem Revista.
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Crítica de cine publicada en la sección El crítico prejuicioso de Mayhem Revista.