En casa, ocurre en casi todos los hogares españoles,
siempre estamos pendientes a cualquier oportunidad de charlar (e incluso discutir)
con la televisión. Es una asignatura que nos tomamos muy en serio. Por eso
cuando el televisor aporta un dato, vale cualquiera, rápidamente comenzamos a descuartizarlo.
Mi padre es el mejor del mundo riñendo con la TV. Rebate cada argumento del
tubo catódico mientras los demás tan sólo acertamos a defendernos de la alta
definición.
Para discutir con un electrodoméstico hace falta paciencia
y conocer saberes de lo más diverso: política, economía, deportes… Hoy toca
cultura. En concreto, cine. Los premios Goya
están al caer y en las noticias del mediodía nos explican que el año pasado
nueve millones de apellidos, vascos y no vascos, fueron a los cines a ver el
debut interpretativo de Dani Rovira.
Nueve millones que se vuelven 56, asegura el presentador, si calculamos los
millones de euros que recaudó la cinta en taquilla.
Supone casi la mitad de los 123 millones (el periodista
nos sigue hablando en euros) cosechados durante 2014 por la industria cinematográfica española al completo. Y dice
más. Películas como La isla mínima, El niño, Relatos salvajes y Torrente 5
lograron algo hasta hace poco imposible: que uno de cada cuatro espectadores
eligiese producto nacional en la cartelera. Dato demoledor.
Por unos instantes en la cocina de casa únicamente suena
la voz televisiva. ¡El 25%! Hay que remontarse a 1977 para encontrar un dato similar. Recuerda el presentador. Era
el año de las primeras elecciones libres en España… Y el año del primer vuelo del Concorde sobre las aguas del Atlántico,
asegura mi padre. Más tarde descubro en Internet
que tiene razón, pero los vuelos supersónicos no ocupan ahora el coloquio sino
que hablamos de cine patrio.
El cine español se ha
disfrazado de norteamericano para enamorar otra vez a los españoles, es su lapidaria frase. Irse allí para estar aquí más
que nunca, añade. Y es cierto o al menos así me lo parece cuando repaso la
búsqueda de esparcimiento que persiguen los últimos estrenos. Una de mis
hermanas considera que la cosa ha mejorado mucho desde que las cadenas no
tienen más remedio que invertir en ficción cinematográfica. En cualquier caso, señalo,
no se puede negar el éxito actual de la industria.
La TV sigue su mantra informativo. Acribilla con datos a
los que hacemos oídos sordos. ¿Veremos la gala? ¿Mejor una peli, no? A mi
padre, indiferente a la temporalidad de las salas de cine, le apetecería ver La isla mínima. El True detective de Doñana,
y le brillan los ojos al pronunciar Doñana.
Mi madre elige Magia a la luz de la luna,
de Woody Allen. Hablo bien de Autómata a mis dos hermanas. Seguro que
es un petardazo, responden ellas.
Pero Banderas es malagueño y mientras
lo digo el dato supone mucho más que una ciudad y época compartidas. Como ese
otro dato que acabo de leer: 1977 también fue el año de estreno del primer film de José Luis Garci. Si el director madrileño hubiese sabido que el cine
español tardaría 38 años en repetir los guarismos de 1977, tal vez se lo hubiera pensado dos veces a la hora de titular
su cinta inaugural Asignatura pendiente.