Tras los pasos del
diablo
Sin pretenderlo he recuperado la costumbre de andar cada
madrugada hasta casa. Pasos cadenciosos me guían por avenidas que no tienen
fin. También he retomado el mal hábito de la botella. Bebes como Hemingway pero
no escribes como él, me dijo Alba una vez. Negros días desde que recordé la
forma en la que me había olvidado de ella.
Ojos de mañana
No recordaba nada de la última noche, tampoco haberla invitado.
Pero Luisa, la mujer de Joaquín, estaba a mi lado cuando desperté. Contemplé
sus ojos, su cuerpo rígido y el rojo de la sangre que había huido de su pecho. No
recordaba siquiera haberla acariciado.
Perros de lluvia
La voz de mi difunta esposa surgió del interfono. Pulsé
el botón cuadrado y oí el portal abrirse varios pisos por debajo. Salí al
descansillo y, acodado en la baranda, iluminado por la luminiscencia que
filtraba la claraboya, oteé el hueco de las escaleras. Nada vi aunque el
golpeteo de unos tacones contra los peldaños indicaba que mi visitante se
aproximaba. Con el alma en vilo comprendí que iba a conocer la identidad de
aquella usurpadora.