Las
camas de Estrecho crujen abarrotadas de ideas despiertas: y si cambio
de trabajo, de casa, dejo mi vida, viajo lejos, muy lejos, empiezo de
nuevo en otro lugar, con otro nombre, como otra persona... Pero son
realmente pocos los atrevidos que se atreven, vistiendo de hecho
al pensamiento, a dar ese pasito de calcetín blanco necesario para
escapar de las sábanas, justo antes de empacar un equipaje fugaz y
hacerse a la noche que afuera espera. Desde mi ventana alargada como
un bostezo, insomne les veo perderse en el laberinto de calles que
dibujan Madrid. Y apenas dejan rastro tras doblar la esquina. Tan
solo sueños que me gustaría soñar algunas noches de insomnio.