En
la terraza más alta de uno de los más altos edificios de todo
Madrid, el vértigo se me cae a los pies con cada nueva palabra de
tus labios. Al murmullo de las cervezas, rodeados de pensamientos y
nomeolvides, no sé cuánto llevamos hablando esta tarde casi
atardecida. Tampoco sé bien decir qué nos decimos. Pero hay un
conjuro en tu hablar cadencioso, esperanzado, irresistible. Supongo
que es el momento. Pero los momentos nunca duran, si lo(s) piensas.
Aunque ahora vas y sonríes. Adiós, vértigo.
martes, 8 de mayo de 2018
VÉRTeGO
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