Muchas
madrugadas de domingo, mientras duermes, me pongo el abrigo sobre el
pijama y vuelvo al piso que vimos en calle Murcia. Ése “amplio”,
“recién reformado”, “barato”, “amarillo”, “a tan sólo
una vía de Atocha”, “perfecto”. Un tercero derecha exterior
iluminado toda la noche. Donde nuestras canciones de siempre se
suicidan balcón abajo cuando una pareja de otros las baila. Allí
viven y se ríen (de nosotros). “Llamaron antes”, sentenció el
casero. Qué Idealista.