Mis
vecinos no creen en la Navidad. Por eso, cerca de casa, apenas
encuentro administraciones de lotería. Y los que compran, qué
pocos, ni recuerdan en qué acababa su décimo. O incluso lo pierden.
Algunos tienen mucha suerte, estaba en un bolsillo. Pero otros menos
afortunados sólo tienen en el bolsillo un agujero. La chica del piso
de al lado parece la excepción. A ella le encanta la Navidad.
Sonríe. Habla sin parar de El Gordo. “En un mes seré rica”, ha
pronosticado hoy en el ascensor. Muy pronto le tocarán mejores
vecinos.