No cojas el teléfono. Déjalo sonar. Sigue a lo tuyo. Hunde
la pala en la tierra y extráela del suelo. No dejes de cavar y quizás así te
salves, quizá se borre tu pesar o, al menos, se difumine. Levanta cada gramo de
compacta arena y deposítalo junto al resto en ese gran montón que estás
formando. Ya queda poco. Sólo unas paladas más…
Perfecto. Tómate un respiro o morirás de un infarto. Un
hoyo de este tamaño es más que suficiente… Fúmate uno, te lo has ganado. Es
todo tuyo. Maldita sea, estás sudando tanto que ni siquiera te has dado cuenta de
que ha empezado a llover. Una fina película de agua moja todos y cada uno de
los rincones del patio trasero. El césped lucirá de un vívido verde con los
primeros haces de luz de la mañana. Sentado dentro del agujero uno se encuentra
mejor, ¿verdad? Te entiendo. Mira hacia arriba, contempla las nubes. Detrás de
ellas se ocultan las estrellas. ¿Hace cuánto que no las ves? No te acuerdas…
Sí, esta noche se estaría de fábula aquí sentado si no
fuese por ese condenado teléfono que no deja de sonar, que no deja de gritar y
reverberar dentro del cráneo. Pero no, no lo vas a coger. Vas a dejarlo retumbar
y no le permitirás decir lo que sea que tenga que decir, porque ha transcurrido
mucho tiempo desde la última vez que atendimos a sus ruegos; tal vez demasiado
tiempo desde entonces…
Acabó tu descanso. Has llegado al final de la línea, esta
es la estación terminal, aquí concluyen abruptamente todas las vías. Ahora
deberás desandar el camino. El camino de vuelta a casa, qué bonitas palabras.
No te aflijas, no te supondrá un reto mayor al que ya te has enfrentado. No, yo
no quiero mirar. Te he dicho que no voy a mirar. Avísame cuando esté listo.
Mientras intentaré desenchufar el infernal teléfono. ¿Cómo no arde de tanto
sonar?
Me has dicho que ya estaba y es cierto. ¿A que cuando lo
compraste no pensaste que le darías este uso? Lógico… Ahora empieza a colocar
la tierra de nuevo en el agujero, palada a palada, que nada te detenga. Sí, yo
no he tenido tanta suerte. Resulta imposible silenciar ese condenado cacharro,
pero creo que ya mismo callará para siempre. Ten fe, algo más de fe…
Ha quedado fenomenal, enhorabuena. Lo que tú no hayas
borrado, el pesar que todavía quede, será pasto de la lluvia que cae de los
cielos y lo difuminará como la sangre que no es tuya pero que corre por tus
mejillas y resbala bañada en sudor y en agua precipitada. Las huellas de tu
rostro y del jardín desaparecerán con el girar de la rueda de los días. También
el carmín, aunque éste tardará algo más en irse. Nos encontramos tan cerca de
estar por fin solos que, ¿lo oyes? Silencio. Creo que ya ni siquiera suena el
teléfono. Se ha callado, era su último ruego, su última llamada.