TRASH-tadas de unos zagales
bienintencionados
Me preocupaba que el tornado de la víspera, esa violenta
tromba marina que sacudió Málaga la
mañana del jueves, hubiese lanzado por los aires las 18 salas de cine. De modo que pregunté asustado a la robótica taquillera: “¿Dos para Trash?”. Ella desencajó la quijada como Al Pacino en Tarde de Perros
o como el mismo Pacino en Glengarry Glen
Ross y confieso que su exagerada gestualidad no me brindó calma.
Tras unos incómodos segundos de silencio la chica, que no
compartía mi miedo pero sí mi asombro, respondió con tres afirmaciones (por supuesto, claro, faltaría más). Tuve
que esperar hasta ocupar mi asiento para entender la extraña reacción de la
taquillera: el tornado no había arrancado
los cines de cuajo, aunque sí había lanzado por los aires al público y, por
tanto, al pase inaugural de Trash (de
horrible subtítulo Ladrones de esperanza)
tan sólo acudimos siete espectadores, cinco de los cuales entraron con la
proyección del metraje ya iniciada.
¿Merece la última película de Stephen Daldry, reconocido director de Billy Elliot: Quiero bailar (en serio, ¿qué le pasa a este hombre
con los subtítulos?) y The Reader (en
español, El lector) tal indiferencia
por parte del público español? Seguramente no. ¿Es que acaso promocionar una cinta en prensa, radio, televisión y
páginas web, con el apoyo de una crítica que la califica de emotiva, ya no
resulta suficiente para granjearse una recaudación digna? Tal vez nos encontramos
ante el final de la mercadotecnia…
Si te soy sincero, he de reconocer que no me hice ninguna
de estas rebuscadas preguntas el viernes pasado. El horror paralizaba mis cortas
entendederas. Con una sala de cine casi vacía lo que deduje bien pronto es que le tocaría a mi corazón, tan propenso al
sofoco, la arritmia y el posterior desvanecimiento, cargar con gran parte del
peso sentimental de la película (¡maldición!); porque no te lleves a
engaño, lector mayhemero, Trash es básicamente CORAZÓN: la historia de unos chicos
brasileños que son valientes y bondadosos, y se ven obligados a enfrentarse, respaldados únicamente por la amistad que
los une, a un mal inmenso, encarnado en las figuras de unos políticos,
empresarios y policías desalmados y corruptos.
Todo empieza cuando los zagales Rafael y Gardo, criados
en una favela, niños que a diario trabajan rebuscando en el vertedero,
encuentran por casualidad la cartera de un hombre llamado Jose Angelo. El tal Angelo ha robado varios millones de reales y diversos
documentos comprometedores a Santos,
magnate local y candidato a la alcaldía, que obviamente quiere recuperarlos a
toda costa y para ello usará los muchos recursos que tiene a su disposición. De
esta forma, los pequeños protagonistas de Trash
(a los que se suma Rata, un niño que
vive en las cloacas, marginado a causa de una extraña enfermedad cutánea) comienzan una trepidante carrera,
siempre huyendo de las sobornadas fuerzas del orden que quieren recuperar la
cartera, para resolver el enigma de
Angelo y hallar el lugar que guarda el dinero y las pruebas de la corrupción.
Quizá sea este punto, el de potente y ensamblado thriller, la faceta de Trash que mejor funciona. La
fotografía es colorista, muy hermosa, y las escenas están bien grabadas, con algún
que otro movimiento de cámara interesante. Además, se agradecen las breves
aportaciones del legendario Martin Sheen
y la talentosa, a la par que guapa, Rooney
Mara (actriz que siempre confundo con Noomi
Rapace, vete a saber el motivo) en el papel de cooperante. Por su parte,
inevitable detenerse en el actor que dio vida al torturado capitán Benjamin L. Willard de Apocalypse Now (digna de estudio la
manera en que mis críticas de cine para Mayhem
siempre desembocan en tan grandiosa película), Sheen está más que inspirado en
su interpretación del padre Julliard,
un noble y dedicado sacerdote que acoge a los más desprotegidos.
En el debe de Trash
brilla con ferocidad el fatídico doblaje
a lo High School Musical que
resta credibilidad a las sentidas actuaciones de los tres niños protagonistas. Clama
al cielo y merece cierta reprimenda
(aunque leve, no amonestaré alocadamente) la
excesiva bonhomía (llámalo ‘buenismo’) de la cinta. No es una película
infantil, de acuerdo, pero durante varios pasajes tampoco parece concebida para
un público adulto. Resulta demasiado
para las tragaderas de un espectador medio el modo en que los zagales lidian
con cada contratiempo de la trama o la propia resolución de la historia
(ojito al factor moralizante “aprenda inglés debido a que algún día su vida
puede depender de que conozca la lengua de Shakespeare”).
Sin embargo, entiendo estas fallas como ineludibles y,
tal vez por eso, perdonables. En resumidas cuentas, Trash aboga por una defensa
a ultranza de los sentimientos más excelsos; todo un canto a la lucha en
favor de la justicia. En un mundo deshumanizado son tres amigos los únicos que se
juegan el pellejo en pos de lo correcto. Rafael, Gardo y Rata no dudan jamás de la nobleza de sus actos y
están dispuestos a morir por esos valores y creencias. Ahí reside la
esencia de esta historia. El resto, al igual que mi crítica, puede tirarse a la basura, pero no por
falta de calidad (nada más lejos) sino por obediencia semántica, ya que cuando
paseo por Málaga leo escrito en los contenedores y las papeleras que no ha
destrozado el tornado, con letras grises dotadas de relieve, la palabra TRASH.
Entonces, ¿voy a
verla?
Hay quien comenta que se trata de la unión de Slumdog Millonaire y Ciudad de Dios (Cinemanía). Otros la califican como un “fábula optimista, de
enérgico montaje” (Fotogramas). En
cuanto a mí, te animo a que vayas al cine a verla, of course. Pasarás un rato divertido, disfrutarás con la belleza de
cada plano y empatizarás con los personajes. Quizás hasta golpee tu curtido
corazón (el mío, por cierto, sobrevivió a tanta carga emocional) el optimista
mensaje de Trash. No obstante, mantén
las expectativas dentro de lo razonable. Y tampoco desesperes si la quitan de
la cartelera y tienes que esperar a visionar la película en casa. Al fin y al
cabo, si uno quiere cine de auténtica Calité
en estos tiempos ha de recurrir al hogar, donde uno ve los clásicos de otras
décadas, las series del momento y esos anuncios en los que Matthew McConaughey presta su inenarrable voz.
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Crítica de cine publicada en la sección El crítico prejuicioso de Mayhem Revista.