lunes, 21 de septiembre de 2015

Inamovibles

Curiosamente simétricas (mismo cardado color platino, hermanas de gafas de ver, análogas en edad y constitución) dos señoras mayores beben y conversan en la mesa de al lado. Repasan la distribución del piso de una de ellas. No llegan a un acuerdo. Te repito que ese cuarto queda enfrente del zaguán, una continuación directa, explica la propietaria del inmueble. ¿Tú crees?, insiste la amiga y dice más, yo creo que no, que tu habitación cae justo detrás del recibidor, cierto, pero formando un ángulo, ¿sabes a qué me refiero?, es todo un requiebro lo que hay ahí. Y vuelven a empezar o más bien vuelven a la carga, cada una con su punto de vista inamovible, que es quizá lo único que me las diferencia o me permite distinguirlas. Llevan horas enfrascadas en la cuestión espacial. Terminadas las ultimas copas de vino, ambas deciden retomar el tema al día siguiente. Se prometen argumentos convincentes. Una tomará medidas de casa, incluso le pedirá la cinta métrica a su nieto. La otra aparecerá con una vieja fotografía tomada hace muchos fines de año. Ahí se verá claro, garantiza. Se despiden con dos besos para luego caminar juntas calle abajo. Mañana por la noche coincidiré de nuevo con ellas en el bar. Desde mi mesa, tan cerquita y contigua, pegaré el oído. Y ninguno de los tres querrá cambiar de vida, de idea, ni tan siquiera de postura.