En
tu casa habita un fantasma. No te asustes. En cada piso hay uno, o
una. Porque mi fantasma es mujer. Llegó conmigo. Supongo que la
traje yo. Abrí esta maleta y ahí estaba. Desde entonces se aparece
y desaparece a su antojo. Tiene predilección por las madrugadas.
Pero no me acostumbro a despertar y verla observándome, mira con
ojos demasiado negros; ni a que compartamos almohada. Anoche quiso
que le contara mi sueño. Aún medio dormido, la voz todavía muda,
recordé que en él aparecías tú. Que de repente volvías a casa.
Decías huir de otro fantasma. Yo te daba un abrazo, y también mi
manta. Nos acurrucabas bajo ella. Para despacito, soñando, perder el
miedo.