El
botón descorcha tus vaqueros, que al principio resbalan sólo un
poco, tan poco, apenas promesa de la piel, pero luego, casi
enseguida, mi mano que acude en su ayuda, los pantalones caen y se
caen por completo, hasta más allá de nuestros pies, hasta volvernos
locos. Contigo aquí, mira qué cerquita, aún es domingo.