‘Sí’, Bunbury, ese ‘aragonés errante’ que, a fuerza de
ser ‘de todo el mundo’, pasea su sombrero ‘extranjero’ lleno de ‘canciones
tristes’ por medio ‘Planeta-Sur’, ha vuelto a atraparnos en su mágico ‘anzuelo’.
Con la publicación del extenso y doble ‘Holy-Wood’ (AKA ‘Palosanto’), el vocalista
de Héroes del Silencio ha dado un paso más en su eterno ‘cambio y celebración’.
Cada parada que Enrique realiza en ‘su viaje a ninguna parte’ retuerce más y
más el ‘plano secuencia’ musical y caleidoscópico que traza la trayectoria de
Bunbury.
‘Más alto que él
ya sólo el cielo’, porque lo hemos visto electrónico, cabaretero, circense,
mediterráneo, rockero, fronterizo y revolucionario; un músico siempre
‘a contracorriente’, siempre el mismo pero a la vez siempre cambiante, como un
transfigurado Bowie o Jim Morrison, como un auténtico camaleónico ‘señor
hermafrodita’ que es ‘servidor de nadie’ salvo de su ‘Salomé’ artística, esa ‘chica
triste que tanto le ha hecho reír’. El velero del aragonés zarpó cuando él era
‘pequeño’ y empujado por el siroco circunvaló ‘mares de dudas’ y más de una vez
se topó con ‘restos de naufragios’, también visitó antros como el ‘Flamingos’, pero
todo ello lo convirtió en un ‘Robinson’, en un adicto a ‘bailar con el enemigo’.
Ahora asistimos a su madurez. Puede uno llegar a pensar
que el talento de Enrique es ‘infinito’, que cada día es ‘el día de su suerte’,
y es que en Palosanto el zaragozano firma las letras más comprometidas y
directas de toda su carrera. Lejos de posiciones ‘contradictorias’, Bunbury
proclama que ‘habrá una guerra en las calles’, nos dice eso de ‘despierta’
antes de que llegue el acto de ‘destrucción masiva’, antes de que nos ‘aniden
liendres’.
Y no es lo anterior ‘todo’ lo que se esconde tras la
redondez corpórea de ‘Palosanto’. El disco se desdobla, mitad Jekyll y mitad
Hyde. En la segunda mitad, ‘los inmortales’ e inevitables ‘hijos de cortés’ nos
encontramos frente al Bunbury más romántico y sentimental. Es el momento de las
melancólicas baladas, ésas que combinan ritmos y estilos, temas con arreglos
cuidados y unos coros que invitan a pensar en el Dylan de los ochenta y finales
de los setenta. Enrique sabe que ‘hay muy poca gente’ que tome ‘bujías para el
dolor’. Le canta entonces a su ‘lady Blue’, mientras nosotros nos confesamos
‘enganchados a él’. ‘Y al final’, ¿qué otra cosa importa?
No son las nuestras ‘nostalgias imperiales’, sino las
nostalgias de los ‘habitantes’ de la cosmología bunburiana, la fe de unos ‘prisioneros’
‘enganchados a’ su ‘salvavidas’, seguidores que no preguntamos ‘el porqué de
sus silencios’, sino que esperamos temblequeantes de impaciencia la publicación
de su nuevo trabajo, para nosotros un nuevo ‘rescate’, un encuentro ‘frente a
frente’. Llega ‘la hora de hablar’, nos decimos. Con tan acertada y
característica, así como especial, trayectoria vital, las ‘causalidades’ no
pueden tomarse por casualidades. Mientras Bunbury ‘siga diciendo lo que
siente’, seguiremos aguardándole, turistas de nuevo en nuestro particular
‘Holy-Wood’. Hasta entonces, ¡Larga vida a ‘Palosanto’!