Al
buzón de casa llegan cartas a nombre de otro. En el teléfono móvil
se acumulan llamadas que no debieran ser para mí. Cuando abro
Facebook, lo que encuentro me resulta extraño, desconocido. Incluso
los datos y la foto del DNI en mi bolsillo se renuevan para
identificar a un nuevo yo. Sin embargo, sigues empeñada. Nunca
cambiaré.
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