La
bañista de Los Baños es la sal de la Tierra. Muy pronto cada tarde,
en verano e invierno, ella marcha al mar surcando la costa. Para la
bañista de Los Baños nada(r) lo es todo. Por eso, nada más llegar
a la playa, se despereza toda la ropa, salvo el bañador azul
cielo(s), y sus pies de arena corren a zambullirse de sed. La bañista de Los Baños aflora de nuevo entre las olas con crestas de espuma y pelo a la deriva, coral en los
ojos. La piel estalla de mar. A la primera brazada rema una segunda y
después muchas otras. La bañista de Los Baños nada/toda una hora,
dos, a veces tres. Hasta otear el naufragio. Pero la bañista de Los
Baños es viva y se hace muerta. Bocarriba bajo el atardecer, flota
entre (b)risas. Cuando el sol termina de hundirse en la almohada del
horizonte, la bañista de Los Baños es la sal de la Tierra que sale
del mar a recoger su ropa y guardar la tarde. Hasta mañana.
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