Que
va a darme empleo: He venido desde el Lisboa de
Lisboa, eso sostiene Pereira, a pedirle que a partir de ahora sea
usted quien escriba las necrológicas anticipadas de los grandes
escritores que “aún están por morirse” para mi pequeño diario
apolítico, tan de papel. Así lo sostiene Pereira, igual que
sostiene con ambas manos su limonada, la segunda ya que se toma en
este huequito de cafetería de Atocha. Pero antes, dice después de
haberse secado los labios, he de preguntar si le interesa a usted la
muerte; porque, permítame la franqueza, yo no quiero creer en la
resurrección de esta carne (señalándose el abultado estómago),
aunque, lo confieso, sí sigo su blog. En realidad, me oigo que voy
respondiendo, ahora escribo más para ConSalud.
Pereira sostiene todo su espanto mientras ordena algunas ideas y otra
limonada con mirada casi decidida. Un ojo, el izquierdo, puedo verlo,
se asusta y al final se le escapa, silbando: ¿¡Prensa salazarista!?
Debí haberlo visto venir, el verde de su camisa verde. No, no, me
repito, tan sólo verde sanitario. Y su inevitable relación con la
muerte, espero; aventura o intenta sostener Pereira, que enseguida sí
que sostiene una larga lista de escritores sobre quienes habré de
escribir: Puede comenzar por Mauriac o Bernanos. ¿Y entonces por qué
no Lorca? Lo interrumpo. De nuevo el ojo fugitivo, medio suicida;
este hombre debe de padecer de mala vida, adivino. Porque, sostiene
Pereira y lo sostiene como si jamás fuese a soltarlo, Federico ya
está muerto, Monteiro Rossi. Y yo quiero negar, recordarle que no me
llamo así, pero las letras que conforman M-o-n-t-e-i-r-o-R-o-s-s-i
empiezan a dibujar a Marta en el andén. Andarina, sonriente, verano
de enero, ella pide la silla libre al hombre calvo sentado en la mesa
de al lado, que por primera vez levanta las gafas del cuaderno donde
tomaba notas. Parece muy cansado. Nos mira, (nos) espera. Continúe,
Tabucchi, que no va a escribirse solo, sostiene Pereira.
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Relato inspirado en la novela Sostiene Pereira, de Antonio Tabucchi.