Sucede
siempre igual que nunca coincidimos. Ni de mañana, ni de tarde.
Tampoco al caer la noche. Como el Sol y la Luna. O arriba y abajo.
Incluso antes y después. Somos irreconciliables, trocitos, par de
imposibles. Por eso, cuando entro por la puerta, tú saltas por una
ventana. Y si te llamo, no coges el teléfono. Subes a ese metro del
que salgo. Cambias la línea, de gafas y hasta tus ojos. Ahora ves
otra serie. Lees a otro autor (al que odio). Tu color favorito,
opuesto al mío. Vegetariana y jamás vegetariano. ¿Cerveza? Mejor
vino. Y tras los postres distintos, el mal sabor en la lengua de tu
“tú a mí no”. Porque, da igual que nunca coincidamos, tú a mí
sí. Todavía siempre.
sábado, 21 de enero de 2017
Imposibilidad de nosotros
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