Al
menos una noche por semana, le gusta ir a los cines Renoir y ver esa
película que nadie más verá. Independiente o clásica, o quizás
ambas. Cintas que terminan felices. Que a veces acaban fatal.
Algunas, incluso, parecen no tener FIN. Como cuando de madrugada,
fuera del penúltimo bar, ella me pregunta por nuestro desenlace. Todo Madrid, entonces, a un solo beso de fundirse a negro.