Cuando
en las noches de frío no puedo dormir, me asomo a la ventana y
charlo con la chica del octavo C. Que, también algo insomne, calado
hasta los ojos ese gorrito de lana amarilla, espera la nieve envuelta
en palabras y vaho. Y al caer los primeros copos, ella atrapa uno con
ambas manos. Sonriente, me lo enseña. Quizás ahora pueda dormir, me
dice. Quizá también yo.