Ésta es la penúltima entrega del relato largo 'Rebobina', publicado desde el pasado mes de octubre en Mayhem Revista. Haz clic si te perdiste la anterior entrega, el capítulo 16.
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Penúltimos fragmentos
de ‘El vuelo del águila, autobiografía novelada de Juan Águila’.
Manuscrito pendiente
de publicación.
Revivo el momento. Cuando cierro los ojos siempre regreso
a esa noche. Vuelvo a Sevilla, a la Torre Cajasol. Y es que recuerdo cada
detalle a la perfección. Es como si estuviese ocurriendo ahora… 14. El tubo
fluorescente centellea, arrojando una fantasmal luz azul. 17. Estoy dentro del
ascensor que la miríada de obreros utiliza a diario. 19. Subo en silencio. Pronto
el rascacielos estará terminado, pienso de repente. 22. Sudor frío. 23. Luz.
24. Planta 24. El elevador se detiene. El siseo hidráulico de la puerta abriéndose
precede mi entrada en el piso. Los veo enseguida. Escondido detrás de Luz, la
agarra con un brazo mientras con el otro la encañona. Imagino el tacto gélido
del arma en su frente y me estremezco.
Él saluda y pide que me acerque. Con pasos lentos,
recorro ese grisáceo mar de hormigón (suelo, techo y columnas, todo de hormigón)
en el que ellos nadan. Al fondo, Sevilla los alumbra y proyecta sus sombras
contra mí. Es una Sevilla que brilla desde muy abajo, con sus miles de casa y
farolas dibujando una vista distinta de la ciudad. “Muy puntual. Acércate más,
Juan, no seas tímido. Si somos como de la familia”. A unos cuatro pasos de
distancia me ordena que pare con esa voz tan parecida a la mía: “Juan, has
demostrado ser un auténtico coñazo. ¿Pero quién te mandaba a ti si se puede
saber? Aunque, bien pensado, sin plastas como tú no tendría trabajo…”; sus ojos
parecen huir uno del otro; ríe a carcajadas y la mano que sostiene la pistola
tiembla ligeramente. “Saca el pendrive, dámelo y acabemos con esto”, exige.
“¿Y cómo sé que la soltarás, que nos dejarás irnos?”,
pregunto. “Tan sencillo como que no puedes saberlo. Tú obedece y fíate de mí o
ella muere a la de ya”, sentencia. “Ni siquiera conozco tu nombre”. “Ni falta
que te hace. Sabes de mí lo suficiente, Juan: por qué estoy aquí y quién me
envía”, el tono de su voz se alza hasta terminar gritando: “¡Dámelo!”.
Introduzco mi mano en un bolsillo. Saco el pendrive. Vuelve a reír. Me acerco
para entregárselo. Trago saliva. Veo los ojos de Luz, en blanco; parece en
shock. Él alarga una mano y ya estoy a punto de dárselo cuando aparece Jaime de
la nada y se abalanza sobre él. Literalmente, lo placa o al menos lo intenta,
porque mi amigo ha llegado exhausto después de subir por las escaleras. Los dos
ruedan por el suelo. Luz queda liberada de su captor. Guardo el pendrive. La
abrazo un instante y tiro de ella para alejarla de allí. Corremos de la mano.
En el forcejeo se escuchan tres disparos. Miro atrás y veo que ambos pelean por
el arma. Jaime recibe varios golpes en su cabeza vendada. Meto a Luz en el
ascensor y pulso el botón de la planta baja. Aguantando la puerta hidráulica,
le prometo que todo irá bien. “Vete de aquí y llama a la policía”. Le entrego
mi teléfono. Voy a darle un beso, presumo que el de despedida, pero ella está
muy aturdida. Temo que pueda desmayarse de un momento a otro. “Llama a la
policía”, le repito cuando me aparto de la puerta. El ascensor se cierra y
comienza el descenso.
No hay rastro de ellos. Me asomo con cautela a una
abertura en el suelo que sirve para comunicar los pisos. Abajo Jaime yace
bocarriba. No hay rastro del otro ni del arma. Mi amigo está dolorido por la
caída. Me mira y pregunta por Luz. Le digo que está bien. Sonríe. De repente,
su gesto queda petrificado. Entonces, una detonación hace un ruido de mil
demonios. Un trozo de cemento salta cerca de mí. Miro al origen del disparo y
veo a ese demente dispuesto a matar con tal cumplir su encargo. Un brazo, el
izquierdo, le cuelga inerte. Supongo que Jaime es el responsable. Avanza hacia
mí y dispara. Salto por el hueco y aterrizo de pie al lado de mi amigo. Lo
empujo hasta un recodo en el que podrá permanecer escondido. Apenas tengo
tiempo para darle una palmada de agradecimiento. Nos miramos y no veo odio en
sus ojos. No sé por qué, pero siento que estamos en paz. Oigo cómo el otro se
acerca. Compruebo que el pendrive sigue en mi bolsillo y echo a correr hacia
las escaleras. Al principio, no escucho nada. Sólo silencio. Me detengo un
momento. Sus pisadas me hacen reemprender la huida. Viene detrás de mí. Bajo a
trompicones, de tres en tres los escalones. Cada vez que efectúo un alto una
bala me pasa rozando. Sólo quedamos él y yo en nuestro particular descenso al
infierno...
(Continuará con el explosivo desenlace)
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En dos semanas, el sábado 26 de julio, la decimoctava y última entrega será revelada.
¡Disponible sólo en Mayhem Revista! ¡Queda una para el apoteósico final!
Acerca de 'Rebobina':
"Disfrutables letras inventadas que construyen variopintas
palabras que mágicamente componen intrincados textos que albergan las historias,
todas ellas falsas y fabuladas y, a su vez, divisibles de nuevo en incontables
letras. ‘Rebobina’ es el comienzo de una de esas historias. Pero necesita un
final, te necesita. De modo que te invito; venga, acomódate. Siéntate en esa
silla o butaca (o sofá) sobre la que te gusta reposar mientras lees y
adentrémonos juntos en estas líneas que, entrega tras entrega, irán urdiendo
una misteriosa trama compuesta, al fin y al cabo, de letras; letras siempre
extraídas de la esfera de lo fabulado e imaginado, lugar donde no se vive sino
que tan sólo se disfruta".