viernes, 21 de febrero de 2014

Última llamada


No cojas el teléfono. Déjalo sonar. Sigue a lo tuyo. Hunde la pala en la tierra y extráela del suelo. No dejes de cavar y quizás así te salves, quizá se borre tu pesar o, al menos, se difumine. Levanta cada gramo de compacta arena y deposítalo junto al resto en ese gran montón que estás formando. Ya queda poco. Sólo unas paladas más…

Perfecto. Tómate un respiro o morirás de un infarto. Un hoyo de este tamaño es más que suficiente… Fúmate uno, te lo has ganado. Es todo tuyo. Maldita sea, estás sudando tanto que ni siquiera te has dado cuenta de que ha empezado a llover. Una fina película de agua moja todos y cada uno de los rincones del patio trasero. El césped lucirá de un vívido verde con los primeros haces de luz de la mañana. Sentado dentro del agujero uno se encuentra mejor, ¿verdad? Te entiendo. Mira hacia arriba, contempla las nubes. Detrás de ellas se ocultan las estrellas. ¿Hace cuánto que no las ves? No te acuerdas…

Sí, esta noche se estaría de fábula aquí sentado si no fuese por ese condenado teléfono que no deja de sonar, que no deja de gritar y reverberar dentro del cráneo. Pero no, no lo vas a coger. Vas a dejarlo retumbar y no le permitirás decir lo que sea que tenga que decir, porque ha transcurrido mucho tiempo desde la última vez que atendimos a sus ruegos; tal vez demasiado tiempo desde entonces…

Acabó tu descanso. Has llegado al final de la línea, esta es la estación terminal, aquí concluyen abruptamente todas las vías. Ahora deberás desandar el camino. El camino de vuelta a casa, qué bonitas palabras. No te aflijas, no te supondrá un reto mayor al que ya te has enfrentado. No, yo no quiero mirar. Te he dicho que no voy a mirar. Avísame cuando esté listo. Mientras intentaré desenchufar el infernal teléfono. ¿Cómo no arde de tanto sonar?

Me has dicho que ya estaba y es cierto. ¿A que cuando lo compraste no pensaste que le darías este uso? Lógico… Ahora empieza a colocar la tierra de nuevo en el agujero, palada a palada, que nada te detenga. Sí, yo no he tenido tanta suerte. Resulta imposible silenciar ese condenado cacharro, pero creo que ya mismo callará para siempre. Ten fe, algo más de fe…

Ha quedado fenomenal, enhorabuena. Lo que tú no hayas borrado, el pesar que todavía quede, será pasto de la lluvia que cae de los cielos y lo difuminará como la sangre que no es tuya pero que corre por tus mejillas y resbala bañada en sudor y en agua precipitada. Las huellas de tu rostro y del jardín desaparecerán con el girar de la rueda de los días. También el carmín, aunque éste tardará algo más en irse. Nos encontramos tan cerca de estar por fin solos que, ¿lo oyes? Silencio. Creo que ya ni siquiera suena el teléfono. Se ha callado, era su último ruego, su última llamada.