martes, 2 de abril de 2019

Ropa (desa)tendida

A mi vecino siempre le quedan mejor las camisetas que el viento me vuela del tendedero. Pero mi vecino prefiere reírse a negar la evidencia. Y así llevamos cerca de dos años. Como ese viento implacable que cada día desarbola mi tendedero, la situación no cesa: es tender, por ejemplo, mi camiseta de los Rolling Stones y descubrir al rato, casi enseguida, que esta ya no está, y que allí donde la dejé solo cuelgan un par de pinzas de la ropa. Sin embargo, mi camiseta nunca se pierde del todo porque, a la mañana siguiente, aparece sobre los hombros del vecino cuando sale a pasear con Guapo, su rottweiler de ladrido tiránico. Es una supuesta casualidad que se ha repetido en demasiadas ocasiones. De esta forma, he ido perdiendo camisetas de los más diversos motivos y colores; especial apego tenía a una de la selección inglesa de fútbol que compré en el mismo Londres. Pese a ello, jamás habría imaginado que lo vivido hoy resultara posible. Mientras miraba y me probaba camisetas en una tienda del centro, por un momento he creído distinguir a mi vecino junto a una pila de pantalones vaqueros. No he querido ser paranoico y he vuelto a lo mío. Tras mucho dudar entre dos camisetas, finalmente he optado por llevarme una decorada en vivos tonos amarillos. Ya estaba pagando cuando desde atrás me han noqueado los ásperos gruñidos de Guapo y las palabras de mi vecino: “Mil veces más bonita esta camiseta, ¡dónde va a parar!”.