lunes, 18 de marzo de 2019

Turbulencias

Y el policía desenfundó su pistola, apuntó a cámara y de un disparo hizo saltar las luces de casa. De puro susto o quizás asombrados de la coincidencia, por un instante papá, mamá y yo nos quedamos mudos frente a la televisión apagada, sin atrevernos a abandonar el sofá. Fue finalmente mi padre quien primero se puso en pie y rompió a decir: “Por no haber puesto el fútbol”. Yo busqué la reacción de mi madre, pero su silueta se perdía en dirección a la cocina. Papá habló entonces de comprobar el cuadro de luces. Desde la ventana más cercana, vi que las farolas de nuestra calle estaban apagadas. El barrio entero parecía haber echado a volar, como si alguien se lo hubiese llevado lejos. Mamá reapareció con una vela encendida entre las manos. A cada paso, la llama perfilaba nuevas facciones en su rostro. Se sentó a mi lado y ahora sus ojos me parecieron de otro color. Desde el recibidor, mi padre maldecía la instalación eléctrica. “Juan, afuera también está oscuro”, y papá volvió al salón mientras arremetía contra la gestión del alcalde. Reflejada en la pantalla del televisor, la llama danzaba de forma hipnótica. No sé cuánto rato estuvimos los tres observando la vela en silencio hasta que mamá nombró a mis dos hermanas. No habíamos hablado de ellas en todo el camino de vuelta del aeropuerto ni durante la cena. Ya debían de estar sobrevolando el océano. Sería un año largo. Pero esa primera noche solos, recordamos momentos felices juntos y la luz a su regreso nos sorprendió con una sonrisa.