Cristina Puente escribe
como sonríe. Sin medias tintas. Con la franqueza de unos ojos que
saben dónde mirar, qué hay que ver. Encima tiene mucha gracia (to'
el arte)
contando. Y su libro Me voy a dar una vuelta,
compendio de un año de aventuras alrededor del mundo, regala
ingenios de humor en cada página. Este
diario de viajes nació de un blog. A través de posts,
Cristina hizo palabras de las gentes y los lugares que fue visitando:
desde el Sudeste Asiático (Tailandia, Vietnam, Camboya,
Indonesia...) hasta Sudamérica (Chile, Bolivia y Perú), pasando por
Australia y Nueva Zelanda, así como por la Polinesia Francesa.
Incontables destinos y horas (y más horas) de aviones y barcos.
También de trenes, autobuses (unos y otros a veces diurnos, otras
nocturnos) y motocicletas. De desplazamientos a caballo y en
furgoneta. Pese a los avances en medios de transporte, el mundo sigue
siendo igual de grande. Y estas travesías quedan reservadas para los
(más) valientes. Aunque Cristina niega pertenecer a esta estirpe,
actualmente en peligro de extinción. Pero no hay dudas de que
Cristina fue (es) valiente. Mucho. Tanto como para encontrar la
oportunidad que encerraba su crisis laboral y personal. Antes de que
se le fuese la vida en vida, Cristina decidió irse. Así que preparó
su mochila y se dio una vuelta. Primero, de dentro afuera. Y después
se atrevió a dársela al mundo entero. Por el camino encontró
amigos inesperados (tantos: Rafa, Sheryl, Lorena, Tracy, Oriol...),
platos y platos de sabroso ceviche, de poisson
cru,
jugosísimas frutas exóticas, la pimienta de Kampot, deliciosos
cangrejos recién sacados del mar, cervezas de todo tipo, playas y
atardeceres en los que perderse, y ríos como el Mekong que constelan
la mirada. Cristina descubrió a su vez que los habitantes de la Isla
de Pascua son unos pagados de sí mismos, mientras que los oficiales
de aduanas casi siempre unos pesados; que no lleva bien el mal de
altura boliviano, y que resulta muy peligroso desorientarse cuando
cae la noche sobre la neozelandesa ciudad de Nelson. Creo que la gran
valentía de Cristina fue escribir y vestir de papel sus sueños de
exploradora. Y ella los narra con pulso, con hermoso tono literario.
Domina a la perfección cómo transmitir una idea y de qué forma
puede presentar mejor una imagen o una emoción, esta o aquella
vivencia. Todo delicioso para los ojos del lector, que no lee el
libro sino que se lo bebe. Como en las mejores series y películas de
intriga, hay sorpresas en el desenlace (no spoiler).
Aunque el viaje, la vuelta de Cristina, no acaba con el trepidante
capítulo en Lima. Más que un cierre, supone el comienzo de otra
aventura. Porque las preguntas flotan detrás de la última línea de
texto como fantasmas del porvenir: ¿Cuándo el próximo destino? ¿Me
llevarás de nuevo en tu mochila? Como hizo la niña
regular,
me voy a dar una vuelta. ¡Y luego al mundo! Sin medias tintas.
Sonrisa franca. Gracias, Cristina.
miércoles, 27 de mayo de 2015
domingo, 17 de mayo de 2015
Echa un último vistazo
"Echa
un último vistazo al sitio que dejas", Tom Waits se
lo cantaba la otra noche a
David Letterman.
El gran presentador norteamericano se retira y Waits, como tantos músicos y actores (Tom es ambas cosas), quiso sumarse al homenaje
interpretando en televisión un tema nuevo. Dicen que escrito
especialmente para el viejo Dave. Puedo imaginarlos después del
programa. A bordo de un Chevrolet Impala. Conduce Waits. Por eso
frenan en cada bar. Donde beben mientras recuerdan cuando eran
jóvenes. Cuando fueron los mejores.
Qué
sensación dejan siempre las despedidas. Aunque, lo cuenta Andrés Neuman, la nostalgia sea
inevitablemente para el que se queda. Para el que permanece mientras
ve al otro (a la otra) marcharse, hacerse pequeño o pequeña tras la
ventanilla del autobús, del tren. Incluso del avión. Que rueda,
primero lento y luego rapidísimo, por la pista hasta volverse aire.
El que se queda ha de proseguir con la vida, soportando sus días y
noches, llenando ese corpóreo vacío.
Anoche
me fui yo y no tú. Pero no puedo decir que lo quisiera. Ni siquiera
supe mirar atrás. Tan sólo bajé tus escaleras en silencio. Y lo
hice con pena. Con fatalidad anticipada. En la calle me esperaban Tom
y Dave. El Impala detenido en doble fila. Libres de tus caramelos de limón, de tus sobres de azúcar, de tus cajas de cerillas, mis
bolsillos parecían pesar demasiado. "Echa un último vistazo al
sitio que dejas", canturreó Waits antes de perdernos entre el
tráfico. Pero nunca hay dos despedidas iguales.
"Take one last look
At the place that you are leaving"
viernes, 15 de mayo de 2015
'YOtube'
A
mi compañero de oficina Jorge le gusta buscar en Youtube
vídeos de la Málaga antigua. En concreto, momentos de la ciudad
durante los sesenta y setenta. Me cuenta que la otra noche, mientras
por divertimento curioso buscaba imágenes de su padre, acabó
encontrándose a sí mismo. O, se concede la duda al rememorar, vio a
alguien que “si no soy yo, se me parece muchísimo”. “Se me
pareció de joven”, aclara enseguida. Observo el vídeo (apenas
segundos) y creo que es él: mismos rasgos duros, idéntica mirada
atenta, flotando sobre un mar de cabezas en fila. También pudiera no
serlo. “Estuve allí pero, ¿ese año? A lo mejor participé el
siguiente, o el anterior”, titubea el presunto protagonista. ¿Cómo
saber con certeza? Porque siempre resulta extraño contemplar nuestro
pasado. Lo creemos ficción, defectuosa prueba de vida. Donde
sucedido y soñado convergen igual que luz y su reflejo. Y a menudo
nos recordamos distintos. En lugar de tal y como fuimos, quizá como
quisimos ser. Yo sé que todavía quiero ser. Aunque no sé qué o
quién. Llevo horas rastreando una respuesta en Youtube. Ahí está
todo. Al menos, lo grabado (encima ordenado por número de
reproducciones, fecha y duración). Pero hay demasiado que la memoria
no graba ni recuerda: vivencias, palabras, miradas y sonrisas. Cosas
que nos importaron, que un día imaginamos indelebles, y el curso del
tiempo ahogó de olvido. Reemplazadas por nuevos presentes. Hoy
persigo esas huellas con mi ordenador. Tengo miedo de no hallarlas.
Ya nadie existe sin dejar testimonio digital. Sin embargo, intuyo que
sería mucho más aterrador reconocerme en un vídeo. Descubrirme de
algún modo viral.
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Publicado en Inoportunos, revista literaria digital.
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miércoles, 13 de mayo de 2015
Quédate
Lo
que queda de mí es todo aquello que no ha sucedido. Ese trabajo
perdido por no llegar a la entrevista. El concurso que no gané por
enviar mi cuento un día después. Cada viaje retrasado. Olvidado
como el humo de un tren. Vivo a destiempo. Cómo imaginar que por una
vez no era tarde. Aunque esa noche viera brillar en tus ojos lo que
queda de mí.
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Fotograma de la película El fantasma y la señora Muir.
martes, 12 de mayo de 2015
Fantasmas
Cada
noche sueño que me llamas. Que suena el teléfono y eres tú. Cuando
despierto aún duermes junto a mí. Y el teléfono siempre está descolgado.
lunes, 11 de mayo de 2015
Diamond Bay (relato)
En
Punta Perla oí que te habías ido: “Ahora atraca en Bahía Diamante, búsquela al final del último pantalán”. Llegué una
tarde de verano. Las gafas de sol me hicieron verte tan morena, tan
guapa. Echabas fotos al cielo como si todavía quisieras ser feliz.
Recuerdo que abriste dos cervezas antes de abrazarme. Nos saludamos a
sorbos. Bebimos dos más. Y luego otro par. Mientras charlábamos. Un
mar de palabras entre nosotros. Cuando cayó la noche susurraste: “Me
marcho muy lejos, quizá para siempre, pero puedes venir conmigo”.
Supe que decías la verdad. Aún llevaba las gafas. Y te vi tan
morena. Tan guapa. Que me creí feliz como una fotografía del cielo.
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sábado, 9 de mayo de 2015
'Sustituta' (MÁLAGACREA)
"Anoche follé con otra. Mismos ojos y labios. Misma voz. Pero no me recordó a ti hasta que dijo vete."
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Microrrelato finalista del MálagaCrea 2015.
martes, 5 de mayo de 2015
Automático
Es
un botón perfecto en su redondez. Y enorme. Tan grande que para
pulsarlo hacen falta varios dedos. Quizá toda la mano. Una pequeña
luz roja parpadea en su corazón. Si accionas el botón, la luz se
apaga y enseguida oirás susurros de presión arañar cada metro de
manguera. A tu disposición tienes dos minutos y veinte segundos de
agua jabonosa. Inalterables caudal y tiempo. Aunque te da tiempo de
rodear el coche. Y borrar cada partícula de sucio. Ahora llega el
turno de ese segundo botón. El que aclara. Cuando las gotas
pulverizadas ya cuartean mis gafas. Dura sólo un momento, pero de
repente me apareces deconstruida: aquí veo moverse uno de tus brazos
sin pulseras, allí tu pierna derecha, justo debajo del goterón que
difumina tu cabeza, al menos su mitad izquierda. Te disfruto
convertida en turístico cubismo de gasolinera, pero sólo dura un
momento. Porque finalmente hay que escoger entre el encerado/brillo
o decantarnos por un baño de agua
osmotizada. Y nos miramos
como quien sopesa el destino de una vida. No sé qué decir. Ni tú
decidirte. Los dos últimos botones parpadean impacientes mientras
nuestra tarde constela tus ojos. Presiento que toda decisión será
fatal. Por eso yo voy siempre al túnel de lavado automático.
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Relato publicado en el periódico online La voz de hoy.
domingo, 3 de mayo de 2015
Pilar
Pilar
pasea con su hijo en cochecito por las calles de Valencia. Una ciudad
que no conoce. Es 1989 y los tres acaban de mudarse desde Córdoba.
Pero de lunes a viernes Pilar ejerce de madre soltera. Y todo
(familia, amigas, pinceles) queda tan lejos que empieza a preguntarse
si está viviendo la vida de otra persona. Por eso, contra el olvido,
Pilar toca cada tarde en casa de los vecinos y espera junto al
teléfono una llamada que siempre llega: “¿Qué tal vuestro día?
Nosotros bien, os echamos de menos”, dice Pilar con su mejor voz.
Mientras tanto, el niño corretea arriba y abajo por el pasillo de
ese piso ajeno. Y luego de noche, pese al cansancio de toda la
jornada, ninguno de los dos puede dormir. Porque uno ha de velar el
sueño del otro. Madre e hijo. Pilar es mi madre. Dicen que hoy es su
día. Pero ella merece más. Cada fecha del calendario. Mamá,
gracias siempre.
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Fotografía: Córdoba, primavera de 1988.
viernes, 1 de mayo de 2015
Sobre una fumadora
Con uñas rojas acaricias el papel hasta marearlo. Tu lengua sella el último giro. Buscas fuego de usar y tirar. Ceniza con que pintarte los ojos. Y tus labios besan humo que ahoga mis pulmones.
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Fotografía: Frances Benjamin Johnston, "Self-Portrait"
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