viernes, 19 de octubre de 2018

(En) Peligro por obras

Sin asomo de remedio, el andamio tras la ventana se oxida de tanto y tan expuesto. Entretanto, el traqueteo de la alquitranadora remonta el desgastado firme de calle Juan de Olías como una lengua de lava fatal, manejada por diablos de chaleco amarillo. Pero en el infierno estrecho de Estrecho ya no hace calor ninguno. Madrid y octubre se han quedado fríos. Todo llovido. Cada desayuno observo, detrás de mi ventana y su fachada de andamio, esa paciencia con la que una excavadora rigurosamente amarilla desagua el barro primigenio acumulado durante la noche en el solar frente a casa (“Comience aquí su nueva vida, ¡visite nuestro piso piloto!”). Y cuando el mundo entero se deshace en construcción, inevitable entonces preguntarse si acaso yo no podría reformarme también de arriba abajo… Desde la calle, me alcanzan repentinas risas de operario. La coincidencia guarda algo de guasa semiderruida, casi clausurada. En peligro por obras.