martes, 30 de abril de 2019

Let it be / Let it bleed


Ni siquiera mi mujer se cree lo de mis paseos con Mick Jagger. “¡Pero qué imaginación, Juan!”, me dice muerta de la risa cada vez que le cuento alguna de nuestras conversaciones junto al mar. Ella siempre me ha tenido por demasiado fantasioso. A esta consideración, mi mujer también ha añadido en los últimos tiempos la de demasiado gordo: “Juan, has echado cuerpo como para tres infartos”. Y tantos no, pero sí que he sufrido un ataque al corazón hace poco... No me lean así. Trabajé mucho durante muchos años y ya estoy jubilado. ¿No puedo ahora disfrutar algo de la vida? Aunque tampoco soy un incorregible. Obedezco al médico lo mejor que sé. No por nada llevo más de dos meses sin probar un dulce. Además, he retirado la sal de mi dieta. ¡Incluso salgo a caminar durante una hora cada día!

¿De qué, si no, iba a conocer yo a Mick Jagger? Somos compañeros de caminatas. Le acaban de sustituir una válvula cardíaca y, como a mí, sus doctores le han prescrito largos paseos. Ni siquiera mi mujer puede negar una noticia que ha aparecido publicada en prensa de medio mundo. No, ella prefiere hacer burla de mis problemas con el inglés: “¿Y en qué idioma se supone que hablas tú con el rolinestón ese?”. “¡Pues en castellano, Juana!”, y ríe de nuevo como una niña traviesa. Da igual que le explique una y mil veces que Jagger aprendió español durante su matrimonio con Bianca, esa chica nicaragüense tan guapa. Diga lo que diga, he asumido que mi mujer se tronchará a mi costa. Sin embargo, reconozco que a menudo me quejo de ella demasiado mientras paseo con Mick. No sé en cuántas ocasiones habrá estado casado él, pero es obvio que de mujeres sabe. Siempre me aconseja que no se lo tenga en cuenta a Juana. Y tiene razón, porque mi mujer y yo llevamos toda nuestra vida juntos.

¡Pero qué gran tipo este Mick Jagger! Le encanta la Costa del Sol, es un conversador fantástico y su paciencia roza lo infinito. Hasta hoy nunca le había visto contrariado. Y con seguridad lo de esta tarde no ha debido de ser nada más que un malentendido sin importancia. Mañana estará olvidado. En realidad, no entiendo bien qué ha sucedido. Caminábamos por la playa y él me animaba a olvidar una pequeña riña que acababa yo de tener en casa. Entonces, con mi mejor intención, he querido agradecérselo con un cumplido: “Es igual que vuestra famosa canción Let it be”. Mick me ha mirado como quien no comprende. Ya iba a repetir mis palabras más despacio cuando veo que, de repente, se gira y emprende el trayecto de regreso. A los pocos metros, de nuevo gira y queda quieto. “¿Qué pasa, Mick?”. Su dedo índice apunta antes de por fin dispararme: “Juan, estás gordo”.

--------------------
Foto: Splash News.