martes, 27 de noviembre de 2018

Me encanta andar contigo

De un sitio a otro me gusta andar contigo. A ninguna parte o da igual adónde, si a mí lo que me gusta es andar contigo. Tanto despacio como a la carrera, para un recado, al cine, hasta el final del puerto, pero me gusta andar contigo. Me gusta andar contigo en bicicleta, coche y hasta en avión. Porque los problemas quedan atrás, tropiezan, cuando ando contigo. A menudo me imagino que sigo allí y aún andamos juntos. Y es que tus palabras siempre andan conmigo. Incluso ahora, que ando sin ti.

lunes, 26 de noviembre de 2018

Leo en el periódico

“Poco o casi nada hasta el momento se ha escrito acerca del escalofriante número de muertes que la bufanda provoca cada año. Como usuario de esta prenda de abrigo, por desgracia padezco dolores crónicos de garganta desde hace décadas, siempre vigilo que ninguno de los extremos de mi bufanda quede ‘al viento’, ya que ahí radica la principal causa de defunción por bufanda. Un pequeño trozo de tela, de repente, enganchado en una puerta que se cierra, la del metro, autobús o automóvil, por citar tan solo tres ejemplos, y la persona se ve arrastrada a un destino horrible. Aunque son muchos más los riesgos […] Por eso, de un tiempo a esta parte, he dedicado mi capacidad, recursos y esfuerzos a la exigente pero reconfortante tarea de recopilar, en este volumen que acaba de salir al mercado, todos los casos de decesos por bufanda registrados oficialmente hasta la fecha. De esta forma, la persona que adquiera mi libro y siga las pautas que en él se especifican, podrá sentirse segura, ahora que llega el invierno, cuando se anude la bufanda al cuello. Y es que no solo he recogido esos posibles accidentes a los que estamos a diario expuestos los usuarios de bufanda, sino que este volumen incluye en su último capítulo un tratado de consejos y buenas prácticas sobre el correcto y recomendable uso de la bufanda […] Si los lectores llaman al [número de teléfono suprimido], yo mismo me desplazaré encantado a los domicilios para entregar, uno por uno, cada flamante ejemplar del Compendio de amenazas y errores en el empleo de bufandas, y cómo sobrevivir a ellas […] Sobra referir que el precio de mi libro es innegociable.”

sábado, 24 de noviembre de 2018

A propósito de la inalcanzable Teodelina Villar

Como si una parte de mí, de seguro la más ilusa, soñase ser Borges en El Zahir, también yo me he enamorado de una estrella. Sevillana, inalcanzable, casi de papel, la Teodelina Villar de este otro cuento sonríe igual que un viernes tarde. Algo más tarde es cuando, desde hace meses, acudo al centro cada viernes noche para verla protagonizar una modesta pero muy aplaudida representación teatral. Tras oscurecerse las luces, no hay un espectador sin ‘esa emoción’ en los ojos. Minutos después, contra la barra de cualquier bar próximo, murmuro enfebrecido las líneas finales de Teodelina. Solo una vez, animado por el espíritu del vino, me he atrevido a intentar aquello que tanto imagino. Sucedió anoche, aunque de alguna forma todavía perdura. Estoy aguardando frente a la puerta trasera del teatro. Entre mis manos, este ramo de flores amarillas. El fantasma de Teodelina Villar no tarda en aparecer(se). Todo un giro dramático descubrir que camina del brazo de otro. Juraría, además, que el tipo se parece y, al mismo tiempo, no se parece en nada a mí. Calle abajo los escucho reír. La vuelta al piso es tan triste como inesperadamente feliz. Una parte de mí, de seguro la más ilusa, regresa a El Zahir soñándose por fin un poco Borges.

viernes, 23 de noviembre de 2018

Cuento para Zenda (por Pablo Narváez)

- Venga, Oñate, ¡arriba! 

Así se animó a sí mismo el viejo aquella mañana, un poco más madrugadora de lo que solía ser. Se asomó a la ventana, hacia al mar, casi por instinto. Tantos años dedicados a la pesca es lo que tiene, deja costumbres arraigadas en lo más profundo del alma. Supo al instante que el cielo estaba despejado con el mar en calma, por lo que se podría faenar sin problema. Sonrió, pero Oñate tenía esa mañana otro objetivo muy diferente. Se acercó al escritorio y sacó del último cajón un cepillo. Su sonrisa se volvió más afable aun cuando recogió de debajo de la misma mesa unas pequeñas botas de fútbol. Inmediatamente fue a la cocina a limpiarlas de algunos restos de suciedad que tenían del entreno del día anterior. Al empezar a frotar las botas empezó a recordar su infancia en Sestao, cuando fue ayudante de utillero en el club de la localidad. Fueron años buenos, emocionantes. El equipo tuvo serias posibilidades de subir a segunda, ¡subir a segunda! Qué bueno hubiera sido haber visto a su equipo ascender. Lamentablemente no estuvo el año en el que el Sestao subió. Oñate se mudó a Barbate años antes por la oportunidad que se le brindó para trabajar como pescador de atunes. Aquellos años hubo un boom en la industria y, con dolor, decidió aprovechar la oportunidad y labrarse un futuro. 

- Estaré allí unos años y volveré a casa. 

Recuerda Oñate que decía a todos sus conocidos aquella frase. Pero el destino es caprichoso y con los meses, al llegar a Barbate, conoció a una gaditana, la que sería su esposa. Desde ese instante supo que Andalucía sería su hogar y con los años tendría una hija, Sofía. Durante aquella época hubo momentos buenos y otros que pudieran haber sido mejores, como la vida misma. Pero bien sabía Oñate que era feliz, incluso estando jubilado. 

Se encerró en su cuarto cuando terminó de limpiar y secar las botas, bien sabe un utillero que debe hacer profesionalmente su trabajo y Oñate estaba comprometido a conciencia. Estaba terminando de colocar la ropa deportiva en la pequeña mochila cuando de repente se abrió la puerta: 

- Aita, ¿qué te queda?, preguntó su hija, ya una mujer de familia. 
- Nada, termino de preparar la bolsa y listo. 
- Rápido que no llegamos al partido, le apremió. 

Oñate cerró la cremallera de la bolsa, colocó el cepillo en su sitio y acudió a la entrada de la casa, donde estaba su hija y su nieta. 

- Vamos, abuelo, ¡que llegamos tarde! 
- Ya voy, hija, ya voy. Le dijo con una sonrisa, mientras le acercaba su bolsa de deporte. 
- ¡Gracias, abuelo!, dijo su nieta feliz. 

En ese momento, Oñate dio la mano a su nieta, emocionado, y salieron los tres de camino al colegio deseando llegar para verla jugar su primer partido de fútbol.