martes, 10 de febrero de 2015

'Siempre Alice' (artículo)


Alice se olvidó de Alice. Se acuerda de la niña que una vez fue. A ratos también se acuerda de sus niñas. Ya mayores. Pero no consigue verlas por mucho que mire alrededor. Hijas irreconocibles para esos ojos claros de Alice que ahora brillan vacíos de recuerdos. Alice quiere seguir siendo joven. Seguir siendo Alice. Eso sueña las noches que no puede dormir. Mientras que durante el día duerme el insomnio de esas incontables madrugadas que va olvidando. Alice pelea su desmemoria con palabras. Las repite. Intenta retenerlas. Y por unos instantes las atrapa. Aunque enseguida se vuelven transparentes. Tan invisibles que no recuerda su trazo. Cómo se escribían. El teléfono móvil con las alertas y el autotexto supone el mejor punto de apoyo. Es el bastón que guía su lento caminar. Pero Alice siempre prefirió correr. Anudarse las zapatillas de deporte y salir a correr hasta perderse para quizás así terminar encontrándose. Sin embargo, hace tiempo que Alice ya no se encuentra en ningún sitio. Ni siquiera cuando cruza el campus en el que dio clases durante años. La universidad se ha vuelto un lugar tan extraño como las hojas del calendario. Todas las fechas le parecen iguales. La misma. Ayer fue hace un mes. O tal vez fue hace tan sólo un suspiro. Quién sabe. Hoy es sucesión de infinitos fogonazos y sombras. De risas y llantos. Hoy en realidad no existe porque existen demasiados hoy a lo largo de un día. Y Alice tampoco tiene fuerzas para pensar en mañana. Sabe que se le olvidará sin remedio. Alice ni siquiera consigue recordar cuánto echa de menos a su familia. Cuánto añora el trabajo. Esa vida que ha ido borrándose ante sus ojos. Perdiendo el trazo. Al otro lado del espejo Alice no reconoce a Alice. Es el rostro de su fantasma. Alice no está y está. Alice. Todavía Alice. Siempre Alice.