lunes, 16 de junio de 2014

'Holy-Wood' ('Palosanto'/Bunbury)


‘Sí’, Bunbury, ese ‘aragonés errante’ que, a fuerza de ser ‘de todo el mundo’, pasea su sombrero ‘extranjero’ lleno de ‘canciones tristes’ por medio ‘Planeta-Sur’, ha vuelto a atraparnos en su mágico ‘anzuelo’. Con la publicación del extenso y doble ‘Holy-Wood’ (AKA ‘Palosanto’), el vocalista de Héroes del Silencio ha dado un paso más en su eterno ‘cambio y celebración’. Cada parada que Enrique realiza en ‘su viaje a ninguna parte’ retuerce más y más el ‘plano secuencia’ musical y caleidoscópico que traza la trayectoria de Bunbury.

 ‘Más alto que él ya sólo el cielo’, porque lo hemos visto electrónico, cabaretero, circense, mediterráneo, rockero, fronterizo y revolucionario; un músico siempre ‘a contracorriente’, siempre el mismo pero a la vez siempre cambiante, como un transfigurado Bowie o Jim Morrison, como un auténtico camaleónico ‘señor hermafrodita’ que es ‘servidor de nadie’ salvo de su ‘Salomé’ artística, esa ‘chica triste que tanto le ha hecho reír’. El velero del aragonés zarpó cuando él era ‘pequeño’ y empujado por el siroco circunvaló ‘mares de dudas’ y más de una vez se topó con ‘restos de naufragios’, también visitó antros como el ‘Flamingos’, pero todo ello lo convirtió en un ‘Robinson’, en un adicto a ‘bailar con el enemigo’.

Ahora asistimos a su madurez. Puede uno llegar a pensar que el talento de Enrique es ‘infinito’, que cada día es ‘el día de su suerte’, y es que en Palosanto el zaragozano firma las letras más comprometidas y directas de toda su carrera. Lejos de posiciones ‘contradictorias’, Bunbury proclama que ‘habrá una guerra en las calles’, nos dice eso de ‘despierta’ antes de que llegue el acto de ‘destrucción masiva’, antes de que nos ‘aniden liendres’.

Y no es lo anterior ‘todo’ lo que se esconde tras la redondez corpórea de ‘Palosanto’. El disco se desdobla, mitad Jekyll y mitad Hyde. En la segunda mitad, ‘los inmortales’ e inevitables ‘hijos de cortés’ nos encontramos frente al Bunbury más romántico y sentimental. Es el momento de las melancólicas baladas, ésas que combinan ritmos y estilos, temas con arreglos cuidados y unos coros que invitan a pensar en el Dylan de los ochenta y finales de los setenta. Enrique sabe que ‘hay muy poca gente’ que tome ‘bujías para el dolor’. Le canta entonces a su ‘lady Blue’, mientras nosotros nos confesamos ‘enganchados a él’. ‘Y al final’, ¿qué otra cosa importa?

No son las nuestras ‘nostalgias imperiales’, sino las nostalgias de los ‘habitantes’ de la cosmología bunburiana, la fe de unos ‘prisioneros’ ‘enganchados a’ su ‘salvavidas’, seguidores que no preguntamos ‘el porqué de sus silencios’, sino que esperamos temblequeantes de impaciencia la publicación de su nuevo trabajo, para nosotros un nuevo ‘rescate’, un encuentro ‘frente a frente’. Llega ‘la hora de hablar’, nos decimos. Con tan acertada y característica, así como especial, trayectoria vital, las ‘causalidades’ no pueden tomarse por casualidades. Mientras Bunbury ‘siga diciendo lo que siente’, seguiremos aguardándole, turistas de nuevo en nuestro particular ‘Holy-Wood’. Hasta entonces, ¡Larga vida a ‘Palosanto’!