miércoles, 19 de marzo de 2014

Amor a primera vista


Ustedes no lo entienden porque no la conocieron ni la amaron como yo la amé; yo la idolatré como se idolatraba a las deidades antiguas, ya caídas en el olvido. Me desviví por ella y le rendí culto; fui su más devoto seguidor y ahora no está. No lo pueden entender. No pasa nada, lo comprendo…

Pero imagínenlo, traten de hacer un esfuerzo. Ella era mi día y mi noche. Yo la quise con su brillo y sus contrastes, yo miré su rostro y me vi reflejado en ella, amé su cuerpo oscuro y la acaricié con cuidada delicadeza. Me gustaba sentarme frente a ella y verla cambiar delante de mí. Cómo adoraba sentir sus colores cambiantes, parecían estados de ánimo. Yo la quise en sus madrugadas grotescas y decadentistas, también en sus fogonazos de genialidad y cuando me robaba una sonrisa.

Gracias a ella me conozco mejor y he aprendido cosas que antes ignoraba. Sus vívidas palabras, acompañadas de imágenes, me llevaron a lugares que jamás había pisado; bajo su paraguas he viajado por todo el orbe. La amé con locura y el idilio duró muchos años. La quise electrificada como una buena guitarra, para así poder experimentar sus estentóreos rasgueos sonoros. Hubo veces en las que también me hizo sentir miedo, en las que me agarró del cuello y me arrojó dentro de su remolino emocional…

Y ahora, después de tanto, he de vivir sin ella, he de resignarme y acostumbrarme a no tenerla conmigo, a mi lado; y todo por culpa de la mala fortuna. Quién habría adivinado que abandonarías este mundo envuelta en mil pedazos. Te precipitaste contra el suelo y por desgracia allí yaces irreparable. Adiós, televisión, ten por seguro que no habrá otra como tú.