viernes, 14 de febrero de 2014

El último perro


Le va la vida en ello. Necesita estar perfecto, acertadísimo. Hoy es el día, su día. No puede fallar. Las oportunidades escasean últimamente y también empieza a ir un poco justo de dinero. Por nada del mundo quiere regresar a Inglaterra. Hace ya tiempo desde su…

Se apagan las luces, todas menos una, todas menos el foco blanco que le ilumina, y queda sólo frente a esa multitud de personas que trabaja entre la negrura y a las que no puede ver, aunque ellas a él sí. Oye la voz que le insta a comenzar la prueba. Se mesa el cabello y toma aire. Se dispone a hablar y, de hecho, abre la boca pero no sale sonido alguno del fondo de su garganta. Blanco. Todo lo que experimenta es blanco, el blanco del haz lumínico sobre él derramado y el blanco en su memoria. Ha olvidado el guion por completo. Los excesos de la pasada noche, combinados con el intento de aprenderse sus líneas una hora antes de presentarse en el estudio, le pasan factura. Oye un ruido lleno de abstracción sónica, percibe a su vez el estático crepitar nervioso que emana el equipo examinador. Ante sus velados ojos, la memoria proyecta aquellos cuadros que su madre solía pintar y las crónicas de su padre para el periódico, y también vislumbra algunos fogonazos pertenecientes a distintos momentos de la grabación de la cinta The Hit.

Recuerda ahora de forma fortuita la fiesta que se dio con su colega Gary Oldman el mes anterior. La cosa se desmadró y al amanecer, sin saber por qué, terminaron acompañando hasta la estación de trenes a un par de tipos de escasísima reputación; sabía perfectamente que llevaban droga en una pequeña maleta que cargaban. Ahí el destino le jugó una de las peores pasadas de su vida cuando se toparon en los servicios con cuatro policías y éstos, que andaban hablando de lo que fuese, no podía acordarse, se quedaron mirándoles con expresiones suspicaces…


La película va de mafiosos o algo por el estilo, se le ocurre de repente a Tim Roth. Toma entonces su anécdota y la cuenta en mitad de la prueba de casting. La engalana levísimamente e incluye un perro policía en su relato para aportarle más dramatismo. Cuando termina de contar la historia escucha aplausos. Uno de los hombres que bate palmas es un jovencísimo Quentin Tarantino. Four Rooms y Pulp Fiction todavía quedan lejos de su mente. En este momento sólo piensa que tiene que introducir como sea esa historia en el guion de Reservoir Dogs y que acaba de encontrar al actor perfecto para completar su reparto e interpretar al señor Naranja.